Mi experiencia en Japón (Parte II)

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Despertar en Japón fue como cuando sueñas que duermes y despiertas, pero sigues soñando. Lo primero que hice al levantarme de mi cama fue asomarme a la ventana y asegurarme de que no era un sueño.

El restaurante donde tomaba el desayuno estaba en el tercer piso; la noche antes del viaje me había dedicado a buscar en internet todo lo que pudiera encontrar sobre el hotel donde me hospedaría y sus alrededores, por lo que no me tomó por sorpresa el ver que los desayunos eran estilo “todo lo que puedas comer”.

Me acerqué a la mesa y reconocí a mis amigos junto a los chicos nikkei que habían llegado antes que nosotros; así que durante el desayuno conocí a Larissa de Curitiba, Marcio y Kenzo de Sao Paulo y Shingo de Venezuela.

Aunque en mi casa crecí comiendo comida japonesa, el desayuno que tuve la primera vez en Japón fue una experiencia increíble: había más complementos de los que estaba acostumbrada en casa, así que pude probar muchas más cosas, y si bien ya había comido misoshiru en el desayuno antes, ahora que lo estaba haciendo en Japón me sentía como en Oshin – un dorama japonés famoso de los años 80s.

Aprovecharé este breve espacio para contarles un poco sobre Oshin ahora que lo he mencionado y creo que es crucial para entender el por qué decidí participar en este programa: Oshin (おしん) es un dorama japonés transmitido en los años 80's. Hace dos años comencé a verlo con mi mamá y mi abuela y fue una experiencia que aún no sé cómo explicar; la historia de Oshin comienza en 1907 cuando ella tenía sólo 7 años de edad y es enviada por su padre a trabajar como niñera, que a pesar de los abusos que sufre con la familia para la que trabaja, ella soporta todo eso para poder mantener a sus padres y hermanos.

La historia de Oshin es la misma que muchos japoneses sufrieron durante el periodo Meiji: la mayoría fuera de la capital eran pobres y el único ingreso que tenían era a través del trabajo duro en plantaciones de arroz. Debido a esta pobreza y el no poder mantener más a sus hijos, algunos decidían enviarlos a trabajar a temprana edad, pero otros elegían emprender un viaje a tierras muy lejanas para tener mejores oportunidades para sus familias.

El haber visto Oshin me dio una nueva perspectiva sobre mi historia familiar, me di cuenta del sufrimiento en silencio por el que pasaron mis antepasados para poder llegar a México y construir una nueva vida lejos de su país.

¿Qué habían sentido mis bisabuelos al emigrar a México? ¿Qué habían vivido en Japón para que quisieran salir de ahí? ¿Cuántas lágrimas y sudor derramaron para que yo pueda estar ahora aquí?

Todas estas preguntas me surgieron de nuevo durante el desayuno, con cada bocado recordaba imágenes de Oshin cuando era niña, cuando cocinaba, cuando estaba en la guerra; no podía dejar de pensar en la frase que me había dicho mi abuela: “por fin vas a conocer la tierra de mis papás”.

Mientras desayunábamos juntos, los chicos de Brasil nos contaron cómo se habían conocido: Marcio, Kenzo y Larissa habían coincidido en su escala en Abu Dhabi y al llegar habían paseado por Tokio, lo que después nos sería de gran ayuda porque nos guiarían por algunas zonas de Tokio y sin perdernos. También compartimos un poco sobre nosotros y nuestras historias: algunos ya habían estado en Japón antes, para otros era nuestra primera vez; unos éramos yonsei, otros eran nisei o sansei; algunos hablaban japonés y otros — la mayoría — sólo podíamos artícular frases cortas o leer hiragana.

Al terminar de desayunar conocimos a nuestros guías e interpretes Kenji Kuzuu — quien estudió filosofía y había vivido en Nueva York por 14 años donde también trabajó como profesor — y Taeko Yafuso — guía profesional en Japón y excelente en historia, geografía y origami. Cuando los conocimos, nos comentaron cómo sería la dinámica de traslados y tours durante nuestra estadía y al terminar, nos subimos en camionetas y nos dirigimos a las oficinas del Ministerio de Asuntos Exteriores del Japón o MOFA, como después lo llamaríamos con cariño.

Cuando llegamos al edificio de MOFA, fuimos recibidos por Daiki Matsunaga para después llevarnos a la sala de conferencias 666 que se convertiría en nuestra “sala de operaciones”.

Una vez que estábamos todos reunidos en la sala, Daiki nos dio una breve orientación donde conocimos los detalles sobre lo que estaríamos haciendo el resto de la semana. Al terminar, el Sr. Yasushi Takase, el Director General para Asuntos de América Latina y del Caribe de MOFA, nos explicó un poco más sobre la raison d’être del programa y de la importancia de las relaciones entre nuestros países y Japón, además de cómo podemos fortalecer estos mismos a través de tres directrices principales: La primera es progresar juntos a través de cohesión económica y cooperación mutua; la segunda es conducir juntos ejerciendo influencia en el mundo en la defensa de los intereses comunes de nuestros países; y la tercera es inspirar juntos a través del intercambio cultural.

Fue en este momento cuando me di cuenta de algo muy importante: no solamente estaba en Japón realizando mis sueños, sino que también podía convertirme en agente social de cambio y beneficio para la sociedad latinoamericana y la comunidad nikkei. Al pensar en esto, no puedo evitar imaginar lo orgullosos que estarían mis bisabuelos de saber que su bisnieta ahora se encontraba en su país representando a México en la búsqueda del fortalecimiento de ambas naciones que consideraron su hogar.

Después de haber tenido la orientación en MOFA, tomamos la camioneta para ir al restaurante donde almorzaríamos y conoceríamos a Malena y Agustín, ambos de Argentina.

Las calles de Japón son limpias, son lisas, son lindas. Quizás esto es lo primero que como latinoamericanos observamos al estar en otros países y no lo hacemos con ánimos de comprar o hacer menos a nuestros países, sino que es algo que buscamos ver en casa. El cómo son las calles se ha vuelto sinónimo de progreso, de desarrollo económico y de equidad porque creemos que si un país tiene suficiente dinero para tener calles bonitas, es porque quizás también lo tenga para ofrecer mejor calidad de vida, mejor atención hospitalaria, mayor seguridad, mejores empleos, mejor infraestructura — o al menos eso se cree.

Al llegar al restaurante, noté que era típicamente japonés, justamente como imaginé que sería un restaurante estilo tradicional en Tokio: Al entrar te recibía la hostess vestida con su kimono, tenías que quitarte los zapatos en el genkan y acomodarlos de tal manera que fuese fácil volver a ponértelos al salir, las “mesas” estaban ubicadas en cubículos para mayor privacidad en caso de que tuvieras un almuerzo de negocios y si querías ir al baño, tenías que ponerte tus suripa solamente para este propósito.

Honestamente me preocupaba un poco el comer en un restaurante estilo tradicional porque al haberme criado en una casa con muebles occidentales, siempre me costó trabajo comer sentada en el piso y sobre las piernas. Sin embargo, este restaurante tenía espacio para sentarte de manera “normal”, así que no tuve que preocuparme por el dolor de piernas o que se me durmieran y pude enfocarme totalmente en degustar la comida que tenía frente a mi.

La comida japonesa siempre ha sido mi favorita, crecí comiéndola y ahora poder hacerlo en Japón era una gran experiencia. En cuanto vi que las meseras nos traían charolas con la comida estilo bento comencé a salivar y no podía esperar a que terminaran de servirnos para poder empezar a comer.

Comer en un restaurante japonés no es lo mismo que hacerlo en un restaurante occidental, por lo que la etiqueta a seguir es muy diferente. En todos los restaurantes siempre al sentarte te dan tu oshibori para que te limpies las manos. Después de ordenar, hay que esperar a que a todos les sirvan su comida para poder empezar, pero antes de eso es común decirle a todos itadakimasu que es algo similar a decir “buen provecho” pero en este caso significa “recibo [esta comida] con agradecimiento”. En caso de que sea necesario comerse la comida de inmediato porque, por ejemplo, puede enfriarse, entonces puede decirse “osaki ni dōzo” que significa “adelante, por favor” o “osaki ni itadakimasu” que casi siempre es dicho por los que comerán antes y significa “permíteme comenzar antes que tú”.

Cuando terminamos de comer, volvimos a la camioneta que nos llevaría de regreso a nuestra sala de operaciones en el edificio de MOFA, donde después tendríamos una conferencia sobre el Lado B de Japón, ese que sólo puede conocerse si se vive en el país. Pero, ¿por qué era importante para nosotros saber esa parte de Japón?

Continuará…

Nota: Este viaje forma parte del Programa de Becas de Fortalecimiento de Emisión de Información a Extranjero Por Los Miembros de la Sociedad Nikkei En Latinoamérica (Grupo II) a través del Ministerio de Asuntos Exteriores del Japón y la Embajada Japonesa en México.



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